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martes, 30 de noviembre de 2010

Tendencia grupal inadvertida

Un enorme artilugio enmarañado de dinámicas, culturas y demás hace precisamente eso; sociedad. Pero… ¿qué es la sociedad si no una fábrica de significados  que confiere participación, acuerdos y dignidad a lo que se ha pactado y compartido?
Es un hecho reconocido y además evidente que: muchas personas vivimos en grupo y pertenecemos simultáneamente a otros, hasta tal punto que se nos hace imposible diferenciar en muchos de los casos un grupo de otro. Esto denota de antemano que no nos estamos refiriendo a un caso aislado o mucho menos diferente de nuestra supuesta realidad social a la que pertenecemos e identificamos como legítima detentadora de nuestros límites y horizontes, esto funciona de ese modo por la simple razón que así lo hemos pactado, lo hemos aceptado y por acuerdo mutuo está establecido. Pero no para siempre, ni está dicho para la eternidad, si no para su modificación perpetua si el contexto así lo requiere.
Con base en recorridos, entrevistas y observaciones se ha llegado a una aproximación de las posturas sociales que predominan en el parque Olaya, en su mayoría de habitantes ocasionales (población flotante, no estática) tomando el parque no solo como el  escenario de prácticas urbanas, si no también como un territorio en busca de apropiación, cuyos actores sociales exigen reconocimiento y aceptación en medio de un centro urbano  que, aunque pequeño es cada vez mas fragmentado, tanto en estructura como en divisiones sociales. Divisiones que simplemente podríamos definirlas como un proceso perceptivo que al parecer resultaría inevitable, y cuya finalidad consistiría en una simplificación de la realidad para poder entenderla nosotros-con ella.  Es decir; una realidad social es demasiado compleja, prácticamente podríamos hablar de mundo en el que caben muchos mundos como lo diría Cristian Martínez Neira. Pues bien en este sentido los seres humanos intrínsecamente necesitamos sintetizar esa realidad acudiendo a procesos un tanto simplificadores como lo es la “categorización” como proceso en el cual creamos imaginarios colectivos y particulares de ciertas dinamicas sociales como lo es en este caso el del parque Olaya Herrera.
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En este sentido el espacio que representa el parque no es simplemente la dimensión física ni la rigidez que esto implica, y más aun ni siquiera la rigidez de un sector barrial tradicional, pues en este territorio se refleja la flexibilidad cambiante de los actores  que por ser flotantes,  visitantes exclusivamente, varían en sus reclamaciones de aceptación. Un porcentaje menor de estos visitantes no pide más que un espacio tolerante para sus prácticas artísticas, otros difieren, solo piden respeto por pertenecer a una minoría que tiene practicas diferentes de la gran mayoría (re-significación acerca de imaginarios con respecto al consumo de marihuana). Algunos individuos aislados y que son cambiantes, permanentemente reclaman un espacio para el desarrollo de prácticas deportivas y lúdicas. Cabe resaltar que los visitantes siempre son diferentes, mas bien repetitivos , (a excepción de unos pocos) pero la exigencia de inclusión y de apropiación de territorio si es la misma siempre, posiblemente debido a que la división administrativa del espacio da lugar a que todas las practicas sean viables y dentro de ellas las no legitimas-legales, fenómeno favorecido por las fronteras claramente delimitadas del espacio  (categorización).
Hacemos énfasis, porque es de vital importancia, en que allí son solo visitantes los que hacen uso del sitio y siguen, pero con esa presencia constante emiten un mensaje de reclamación de inclusión lo que da lugar a la afirmación de Orlando Fals Borda: “entes que no admiten otras formulas de construcción social como las que implican división, centralización o limitación por diversidad de factores ya sea sociales, políticos o religiosos”. Lo que es validado en las actuales políticas de represión a conductas diferentes y catalogadas como ilegales, la institución allí tiene la total autonomía y autoridad de reprimir o cohibir dichos comportamientos. Si hacemos alusión a la legitimación de estas conductas tendríamos que hacerlo a toda la sociedad Colombiana, no solo en la ciudad de Pereira, o quizá re-evaluar cosmovisiones que los individuos y la sociedad  tienen acerca de estos grupos y prácticas, dejando como algo evidente y reconocido el hecho de que estos mismos actos generan en sus participantes una satisfacción de necesidades, protección social, valoración, estima y muchas veces o incluso en la mayoría de los casos definición personal. El hecho concreto es que no podemos desligar los fenómenos ocurridos en el parque Olaya herrera de las familias de muchas de las personas que son transeúntes o que recurren habitualmente a este sitio, vemos entonces que el caso no podrá ni puede ser aislado de nuestra realidad social, incluyéndonos de manera directa a muchos. Es decir si vemos y categorizamos el
territorio-espacio como ajeno a nuestra realidad social; específicamente algo así como un nosotros y un ellos producimos conflicto, hostilidad intergrupal, discriminación, señalamiento entre otros fenómenos adversos.
De este modo resulta evidente que el tema de la comunicación cobra importancia significativa cuando se trata de llegar acuerdos entre las partes afectadas por el conflicto. Por una parte esta la presencia institucional en el sitio (fuerza pública, administración municipal) que no habla, ni advierte solo ejecuta acciones en defensa de lo establecido, un orden instituido amparado bajo la figura de la ley. Del otro lado están las tendencias pluralistas enmarcadas en las culturas juveniles que no alzan la voz más que con la sola presencia y que los hace blanco fácil ante su poca capacidad organizacional.
Para alcanzar la dimensión de un movimiento social, sería necesaria la unificación de los objetivos comunes y la apropiación de un concepto de comunicación, emitir mensajes claros y exigir mediante actos contundentes ya sean recursos legales o vías de hecho, exigir que se tengan en cuenta por parte de las instituciones contextos propiciadores de el libre desarrollo de la personalidad, que es lo que en ultimas se pretende. Lo que sí es de cuestionar es qué tanto serian escuchadas y tenidas en cuenta estas manifestaciones y exigencias por parte de la administración municipal. Como suele suceder la voz emitida por una minoría suele ser ignorada: “de ser así seguiríamos pensado en una comunicación apenas formal y decorativa, meramente informativa e instrumental, que no involucra ni permite interpelar a los diversos estamentos de la comunidad” (Juan Camilo Jaramillo) , en otras palabras, la continuación de imposiciones estrictamente unilaterales de un solo actor del conflicto generalmente el de mayor hegemonía.






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