El parque Olaya Herrera, por su ubicación y condición de lugar público y de libre esparcimiento es visitado por decenas de personas a diario que buscan algo de libertad, naturaleza y espacio en medio de una ciudad cada vez más estrecha y atestada. El hecho de que el parque sea un predio urbano donde no hay construcciones privadas y aparentemente de nadie o de quien quiera (que es el concepto que muchos tienen de público) da lugar a dos situaciones recurrentes:
1. No existe el arraigo propio de un barrio común porque no hay población estática, sus visitantes son solo eso, allí no vive nadie y todos son itinerantes por lo que carece de la apropiación territorial regular de los sectores barriales, el arraigo es muy diferente ya que hay quienes se apropian del sector (apropiación que obedece más al voluntarismo de muchos) como su territorio por que pasan allí mucho tiempo y practican actividades distendidas y tildadas de ilegales como el consumo de marihuana generalmente, alegan libertad y respeto por no causar mal a nadie: un espacio de tolerancia.
2. Constantemente colisionan allí las dos fuerzas predominantes: las fuerzas del orden institucional representadas por la policía haciendo uso de la represión, y las fuerzas de la juventud en una postura de exigencia de libertad y respeto al libre desarrollo de la personalidad, que con su presencia constante reclaman un espacio libre de abusos policiales y tolerante ante las prácticas ya mencionadas, pues hay tanta presencia de unos como de otros en lo que recrea la figura de un escenario en disputa, se presenta constantemente el elemento sociológico del conflicto, manteniendo las proporciones claro está, pues este grupo desengranado no constituye un movimiento étnico si no mas bien una postura social.
La opinión más recurrente que sale del grupo humano desarticulado de consumidores del sector es que el sistema los ataca pero en ningún momento hace visibles sus derechos, en palabras textuales de uno de ellos: “la ciudad debería dar un sector libre, donde se respeten estos gustos siempre que no se le haga mal a nadie”, por razones obvias este punto es el de mas discrepancia de gran parte de la sociedad, siempre es asociado el consumo de drogas con la delincuencia y pocos van a creer en este tipo de aceptación parcial de la legitimidad.
La ocupación del lugar no es algo nuevo, según un visitante antiguo del parque desde hace unos 20 años aproximadamente ya se veían practicas de consumo y distribución de marihuana debido a la ubicación del terreno, esta se presta; lógicamente en menor medida ya que el predio en ese entonces era la mitad de lo que es hoy. Añade que es de los pocos lugares de la ciudad que se ha salvado de la urbanización y se ha conservado natural, eso es algo que se le reconoce a la administración pública pero que no justifica los abusos por parte de la ley alegando cuidar al parque.
Pero hay otro tipo de ocupaciones un tanto menos conflictivas, en las tardes se puede ver las manifestaciones artísticas que traen los “artistas de la calle” representantes del arte urbano de semáforo que muestran sus números y practican en un sano aprovechamiento del lugar. También están la gran mayoría de deportistas amateur que se dan cita en las noches y en mayor número los domingos para la práctica de microfútbol, baloncesto, atletismo y aeróbicos, practicas más comunes que no presentan alteración por compartir el espacio con fumadores, lógicamente con algunas excepciones.
Por lo demás lo que se puede observar en el Olaya no difiere mucho de las costumbres típicas del centro de la ciudad, el flujo de vendedores ambulantes es más reducido que en otros sectores, el tránsito peatonal es alto por la cercanía de barrios como Centenario y San Nicolás con las calles céntricas lo que facilita ir a pie, el tráfico vehicular es alto dado que atraviesa la avenida del ferrocarril y por la ubicación de dos estaciones de megabus en el sector.